La vida, de vez en cuando, nos rompe nuestra rutina y nos hunde en la pena y la pesadumbre cuando te dan la mala noticia del fallecimiento de alguien muy cercano. De golpe, se te vienen a la memoria las vivencias que has compartido con ese ser querido durante casi toda la vida.

Resulta complicado a prisa y corriendo, intentar sintetizar en dos folios una vida tan prolífica de recuerdos vividos con ese querido amigo, cuando estás además, embargado en un bucle melancólico de tristeza.
Hace días, recibí un video de la última actuación del cantante argentino Alberto Cortez, en el cual, interpretaba magistralmente como colofón de su último concierto en Buenos Aires, la canción, “Cuando un amigo se va”. Siempre me ha emocionado escucharlo desde que lo vi actuar hace ya muchos años en el Teatro Pemán. Escuchar de nuevo esa canción, me hizo acordarme de la delicada salud de mi buen amigo.
Hace un rato me han comunicado que ha fallecido mi entrañable amigo Cristóbal García Supervielle después de luchar como un jabato en silencio y sin hacer ruido, contra un maldito cáncer múltiple de muy complicada solución y que él ha sabido capotear con su inteligente ironía y su prudente discreción en los últimos seis años.
Desde los 7 años, coincidimos en la academia de Dª Manuela y Dª Rosario del Rio, ubicada en la antigua calle Obispo Pérez Rodríguez, hoy, Fermín Salvochea, donde compartimos pupitres y primeras confidencias.
De siempre, Cristóbal tuvo un referente en su padre, al que admiró toda su vida y desde muy joven, intentó ser un amigo más de los amigos de su padre, todos, respetables señores maduros y conservadores.
Cristóbal, adquirió los hábitos y costumbres de las personas de otra época. Hombre de estampa quijotesca, educado en las formas, galantes y caballerosas de una época que se fue perdiendo paulatinamente en Cádiz.
Como todo joven idealista, en su juventud quiso ser torero, como su admirado Manolo Aibar al que respetaba muchísimo como destacado novillero local y como personaje solidario en su madurez, pero Cristóbal, no llegó a superar el miedo al llevarse algún que otro revolcón por alguna joven vaquilla.

Por encima de todo, él se sentía poeta. Desde muy joven, tuvo la influencia de poetas gaditanos amigo de su padre, tales como Miguel Martínez del Cerro, Benito Cuesta Santaolalla, José María Pemán, Gitanilla del Carmelo, Ramón Grosso o Fernando de Benito, y de poetas místicos, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús, sintiendo admiración por los poetas clásicos y por los poetas románticos españoles.
En los últimos años recuperó su espíritu competitivo por la poesía y ganó prestigiosos primeros premios poéticos repartidos por casi toda la geografía nacional, empujado por quien él trataba con sumo cariño y respeto como su maestro, nuestro querido amigo Juan Antonio Macías Gutiérrez y por otros amigos poetas como Luis Gonzalo, Rafaela Becerra o Diego Sánchez del Real.
Con la madurez, Cristóbal evolucionó de posturas conservadoras adquiridas en su juventud, a una filosofía de vida respetuosamente liberal del Cádiz decimonónico, con un trato afectuoso, educado y siempre correcto hacia los demás.
Su elegancia de espíritu y en las formas de vestir, lo asimilaban a un respetable caballero. Defensor de todo lo gaditano, anteponía su inteligente ironía para dar respuestas concretas a temas complicados.
Siendo muy joven, su padre le hizo socio del Ateneo Gaditano, habiendo sido un fiel ateneísta cerca de 50 años, siendo un profundo conocedor del alma humana y de las vicisitudes de nuestro Ateneo, siendo uno de los claveros que guardaban las “Esencias del Tipismo Gaditano”, que tenemos depositadas en la hornacina del sótano del Restaurante El Chato.
No puedo cerrar estas líneas sin dar un emocionado abrazo a su mujer, fiel compañera hasta el último instante. Luisa, espero que estas palabras te lleven consuelo y fuerza.
Para todos sus amigos del Ateneo, la ausencia de Cristóbal, nos hunde en una gran pena que como decía Alberto Cortez en su canción, “queda un espacio vacío que no puede llenar la llegada de otro amigo”.
Cuando pase esta pandemia que nos asola, la Junta Directiva, con nuestro Presidente al frente, José Almenara, organizará el debido homenaje que se merece en su recuerdo nuestro entrañable amigo Cristóbal.
Hasta siempre hermano.

Ignacio Moreno Aparicio
Presidente de Honor del Ateneo de Cádiz

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