Siempre discreto, humilde, sereno, generoso, caballero, con un amor sin límites por la historia de Cádiz y un profundo, a la par que erudito, conocimiento de la misma. «Preguntar a Don Francisco: seguro que él lo sabe».
Historiador de vocación, sin serlo de formación; pero capaz de descubrir cosas como el importante canal que dividía la ciudad en época fenicia (el que debe llamarse definitivamente Canal de Ponce) o de describir con precisión de contable, a partir de las fuentes parroquiales, la evolución de población gaditana en la Edad Moderna. Quienes nos dedicamos a la historia de este período, hemos echado mano con mucha frecuencia de las cifras que él nos ofrecía en este estudio, ya clásico, sobre la misma. Y dejo voluntariamente al margen, por falta de espacio, otras aportaciones suyas al estudio de su ciudad natal, Rota, a la Carrera de Indias, al puerto de Cádiz o a la recuperación de mil y un detalles relativos al urbanismo gaditano y su configuración en el tiempo.
Francisco Ponce Cordones perteneció a ese grupo de estudiosos que, durante años, desde las academias (la Hispano Americana, tan suya), la Asamblea Amistoso-literaria, la obra social de la Caja de Ahorros de Cádiz, la Diputación o el Ateneo dieron a conocer a sus conciudadanos la historia de su ciudad y su provincia, cuando la Facultad de Filosofía y Letras era todavía casi más un proyecto que una realidad, de la misma manera que difundieron otros muchos temas relacionados con tales espacios, pertenecientes a diferentes ámbitos. Tengo en mente, además de la figura del propio Ponce, las de los siempre recordados Eduardo de Ory, Pablo Antón Solé, Varela Gilabert, José Pettenghi, Antonio Orozco y el P. Bengoechea, entre otros, que fueron presencia asidua y animadores perseverantes de conferencias, mesas redondas, publicaciones, y artículos varios por los años sesenta, setenta y ochenta del pasado siglo.
Junto a su obra, en la personalidad de Ponce Cordones, brilla lo que es todavía más importante: sus grandes virtudes. Es fácil y corriente loar a los muertos. No es este mi caso. Quienes lo conocieron saben de sobra lo que digo: Don Francisco fue un perfecto caballero, discreto y humilde, a pesar de sus vastísimos conocimientos, hasta el extremo.
Impregnado de una profunda fe cristiana, que presidió siempre su vida y que sin duda ha debido ayudarle para el tránsito desde ella, su recuerdo ha quedado en las numerosas salas que le oyeron o que lo tuvieron como simple espectador. Como también lo ha hecho en la Aduana, a la que sirvió durante tantos años compaginando su trabajo con sus lecturas y publicaciones, y en el muelle, aunque ya apenas pudiera recorrerlos de no ayudarse con su silla de ruedas. De la misma forma queda finalmente fijado su recuerdo en las calles de su amada ciudad, tantas veces recorridas, corbata, chaqueta y sombrero en ristre camino de alguna conferencia. Para pronunciarla él mismo o para escucharla con atención de otro y orientar a su término al ponente. No faltaba a una sola convocatoria, tal era su interés. Era incansable a este respecto. Descanse en paz.
Manuel Bustos Rodríguez, Director de la Real Academia Hispanoamericana
[Enlace de las palabras en el Diario de Cádiz: goo.gl/AHHC9s]
[Enlace noticia «El hombre que descubrió el canal Bahía-La Caleta» en el Diario de Cádiz: goo.gl/vucVvB]