El lunes 1 de junio 2015 se celebró la conferencia “Ingeniería, accesibilidad y factores humanos” por D. Miguel Ángel Valero Duboy, Dr. Ingeniero de Telecomunicaciones, Profesor Titular de la Universidad de Madrid y Director General del CEAPAT-IMSERSO, y presentada por D. Ignacio Moreno Aparicio, Presidente del Ateneo.
«La evolución humana está inseparablemente unida a la consecución de capacidades, de nuevas formas de interacción, de satisfacción de necesidades, de adaptación al medio. Hombre y mujer, a través del ingenio y de la creación de soluciones tecnológicas, han sido capaces de conseguir el alimento, asegurar la vida, desplazarse, protegerse de las inclemencias, trabajar y disfrutar del tiempo libre y comunicarse. De este modo, la tecnologia ha sido a veces una extensora de las capacidades naturales y otras veces un apoyo ante las limitaciones de cada ser humano.
El ámbito de la discapacidad, de la dependencia, de lo antiguamente conocido como minusvalía o subnormalidad ha evolucionado mucho desde la clasificación CIDDM de los 80 hasta la CIF actual, ambas impulsadas por la OMS. Mientras en los 80 y 90 el foco se ponía más en la detección de las deficiencias y en la rehabilitación de la discapacidad, en las décadas siguientes la prioridad ha sido la integración social, la accesibilidad, la participación social y, en menor grado la prevención. De este modo, el papel de la tecnología ha evolucionado y ya no sólo se centra en los mecanismmos de diagnóstico o ingeniería de rehabilitación sino también en áreas tan importantes como la adaptación del entorno, el diseño para todas las personas, la habilitación de capacidades, la ralentizacion del deterioro asociado a enfermedades crónicas o al envejecimiento y la promoción de la autonomía personal.
Pero hablar de tecnología no es sólo citar artefactos o utensilios sorprendentes sino también los procesos de detección de necesidades del ser humano, sus posibles soluciones y su impacto en la vida diaria y en la sociedad. Y es que muchos de los inventos a los que hoy estamos acostumbrados no habrían sido tales si no es por el deseo de las personas de satisfacer una necesidad, un derecho o una curiosidad. Fijémonos por ejemplo en algo tan de nuestros días como el correo electrónico: la necesidad de dos personas sordas de comunicarse a distancia a través del ordenador generó una aplicación que se convertiría globalmente en el mecanismo de comunicación de bajo coste más empleado y exitoso. Soluciones técnicas valiosas e imprescindibles para unos se convierten en facilidades para la mayoría. Las rampas, por hablar del acceso físico, la pajita flexible y muchos otros más son ejemplos de lo mismo.
La tecnología por tanto está llamada a tener una vocación capacitadora, habilitadora, aunque en muchas ocasiones haya sido lo contrario generando barreras, exclusión e inequidad. Tanto es asi, que si le preguntamos a una persona con gafas si es un discapacitado, típicamente nos dirá que no mientras no se las quite. Y es que la discapacidad es a veces percibida más por la limitación experimentada por un individuo en su entorno que por las capacidades propias de cada persona. Un entorno inclusivo se convierte por tanto en un escenario capacitador, en lugar de reductor de posibilidades de interaccIón. Por ejemplo, una sala con acústica apropiada se convierte en amplificadora de la percepción sonora natural de cada ser. Análogamente sucede con un espacio accesible, un entorno bien iluminado y correctamente señalizado. Las áreas en las que los productos de apoyo más se han desarrollado son aquellas relacionadas con las necesidades de movilidad, comunicación, visión y audición, actividades de la vida diaria, ocio, salud, entorno laboral y capacidades cognitivas. Sin embargo, aún muchas personas no se benefician de estas posibles ayudas ya sea porque no las conocen, porque no están disponibles donde viven o porque su coste es inasumible.
Identificada la necesidad, una buena solución promotora de la autonomía personal es aquella que facilita a la persona la consecución de la actividad que desea de forma fácil, eficiente, satisfactoria teniendo en cuenta sus capacidades o experiencia. A este enfoque universal, le llamamos accesibilidad y el diseño para todos es una cuestión fundamental en la creación de un utensilio, una máquina, una página web, una aplicación para el móvil, o cualquier producto o servicio. Si este diseño no facilita la interacción persona-máquina en la realización de la tarea, habremos olvidado el factor humano fundamental para la incorporación de tecnología apropiada en nuestra vida diaria. Si por ejemplo, cualquier ordenador, portátil, teléfono móvil o tablet hubiera venido de serie con opciones de ampliación de pantalla, síntesis de voz, navegación por barrido, teclado o lenguaje natural, muchas personas no habrian quedado excluídas de estas tecnología ni habrían necesitado ayudas adicionales. La incorporación reciente en algunos terminales con sistemas operativos de Apple, Android o Microsoft está suponiendo un valor diferencial para una población de unos 8 millones de personas en España.
Quisiera también hacer referencia a un sector importante de la poblacion que ocupa alrededor del 20% de la población según el área geográfica: las personas mayores. Este colectivo, cada vez más participativo y activo, desea igualmente conservar su autonomía persoanal pero sin grandes esfuerzos en el aprendizaje de nuevos aparatos. Es aqui donde la usabilidad del producto cobra un gran valor por la necesidad de ser útil y práctico según la experiencia previa de la persona. Poder estar conectado con un teléfono de teclas grandes y volumen suficiente, sentirse seguro en casa por disponer de un servicio de teleasistencia, emplear un andador para desplazarse por la calle, o adaptar la letra del texto usando un libro electrónico son ayudas que la población mayor adquiere progresivamente si facilitan su vida diaria.
El factor humano en el ámbito de las tecnologías incluye además de la accesibilidad, la seguridad, la asequibilidad, la fiabilidad y por supuesto la ética. El factor ético en el diseño, desarrollo y provisión de tecnología se relaciona según ETSIT con la capacidad práctica de contribuir al bienestar de la persona. La fiabilidad influye directamente en el potencial de uso del producto o servicio en cuestión. ¿Confiaría usted en un frigorífico que pudiera desconectarse o un ascensor que se parase súbitamente como un programa de ordenador? Los mismos riquisitos corresponden por tanto a una silla de ruedas eléctrica, a un programa para un comunicador con el tablet, a un sistema de notificación de alertas en la casa o a una superficie de apoyo para prevención de escaras. Toda tecnología accesible ligada a la promoción de la autonomía personal exige inexcusablemente la satisfacción en la realización de funciones que contribuyan a mejorar la calidad de vida.
Si recordamos a Ortega y Gasset y su famoso «Yo soy yo y mi circunstancia», podríamos concluir que «ante circunstancia o entorno más accesible, mayor potencial de desarrollo del yo y de las capacidades de cada persona».
Muchas gracias.»