Me vais a permitir que lea esta mi última intervención como Presidente, donde he dado un pequeño repaso a estos 18 años transcurridos desde el 3 de julio del año 2000. Lo he titulado “Hasta siempre” y espero no ser muy cansino ni emocionarme demasiado.

HASTA SIEMPRE
Al mirar los años transcurridos que he tenido la enorme responsabilidad y honor de presidir el Ateneo Literario, Artístico y Científico de Cádiz, siempre queda la sensación de haberme visto superado por el acontecer diario y las constantes urgencias que primaron mi voluntad de tratar de cumplir con mi deber. Nadie me obligó a ser presidente del Ateneo porque no hay nadie imprescindible y yo ni lo era ni lo soy.

He vivido una época apasionada y apasionante para nuestro querido Ateneo de Cádiz. No voy a hacer un balance de lo que me encontré al asumir la responsabilidad ni ahora voy a presentar un memorándum de lo logrado o de los errores. Solo pretendo exponeros mis sentimientos y razones en lo que es el anuncio de mi despedida como Presidente de la docta casa. El grueso de la membresía de los actuales socios ha convivido hombro con hombro cada acontecimiento evento o dificultad por los que ha pasado nuestra querida entidad. Creo –y si estoy equivocado, pido disculpas anticipadas- que en los años en que me habéis renovado vuestra confianza, se ha asentado el espíritu de puertas abiertas a la sociedad gaditana, a los socios y a cuantos han acudido a nosotros para tener un lugar donde hablar libre e independientemente. Siempre fue mi propósito que el Ateneo fuese un punto de encuentro para cualquier ideología, creencia, filosofía o afición bajo la premisa de la tolerancia, el respeto y la educación. Si en alguna ocasión, he ofendido o no he sabido encauzar mejor alguna situación, ruego sinceramente ser disculpado.

En estos años, he procurado que las decisiones estratégicas de la entidad fuesen adoptadas de forma colegiada y colectiva. Por esa razón, no puedo adjudicarme ningún éxito aunque sí debo disculparme por los fallos. He tratado de facilitar la transformación de una entidad con una herencia personalista a una organización democrática y sin poderes fácticos que la condicionasen. En eso no hemos sido originales, es lo que las asociaciones han tenido –y algunas deben hacer todavía- para acompasar su ritmo al de un nuevo modelo social en que la igualdad, la libertad y la fraternidad deben instaurar un orden nuevo y alineado con la cultura occidental. Y esta transformación no hubiera sido posible sin el compromiso y generosidad –en muchos casos- de ateneístas comprometidos y conscientes de los nuevos tiempos.

Han sido lustros en que hemos asistido a cambios políticos, sociales, económicos, culturales, demográficos, ideológicos, administrativos, legales, tributarios, redes sociales o puramente cronológicos. Nos ha correspondido vivir circunstancias y eventos dichosos como el 150 aniversario de la fundación del Ateneo, bicentenario de Trafalgar, bicentenario de 1812, Centenario cervantino o el Tricentenario del traslado de la Casa de Contratación junto a cientos de conmemoraciones de aniversarios, nacimientos, fallecimientos o sucesos que sazonan la vida de Cádiz. No ha sido nada fácil que ante escenarios de tensiones políticas externas hayamos podido salvaguardar la independencia y equidistancia del Ateneo para responder a lo que hemos entendido que era lo más beneficioso para la ciudad con el riesgo de vernos atenazados por falta de ayudas económicas o trabas para nuestras actividades. Desde el Ateneo siempre hemos tratado de mantener un exquisito talante de diálogo con cuantos gobernantes ha tenido la ciudad, la provincia, la comunidad autónoma o el gobierno. Y no ha sido fácil. Todos sabemos que pocas veces han coincidido los mismo protagonistas y colores en las diferentes administraciones con las que había que tratar cada cuestión. Pero el Ateneo ha sabido ganarse el respeto a su independencia porque hemos mantenido el talante de diálogo y puertas abiertas a todos sin mayor exigencia que la del respeto y la tolerancia.

En el apartado de logros que sí podemos plantear es el de tener por fin una sede fija que nos ha otorgado independencia para nuestras actividades y las personalidades invitadas que siempre encontraron nuestra tribuna disponible para exponer sus ideas. Por primera vez en la historia del Ateneo de Cádiz, tenemos algo que para otros es siempre un quebradero de cabeza: tener una casa de todos y para todos sin el temor a una interrupción de la cesión de un local o la injerencia de terceros si no nos amoldábamos a intereses ajenos. Hoy nos parece natural que nuestra sede de la calle Ancha número 20, 1ª planta sea el punto de encuentro natural de los ateneístas pero la historia nos confirma que esto ha sido una excepción que debemos mantener hasta que sea indubitable. Este soporte de tener local propio ha propiciado que podamos tener la oferta cultural más amplia y variada de la ciudad año tras año.

Creo que todos podemos estar de acuerdo en que es importante dejar constancia física y tangible de nuestras actividades de cara a futuras generaciones y como demostración palpable de nuestro esfuerzo a favor de la cultura y la ciudad. En este apartado hemos mantenido una constante atención a la colocación de placas conmemorativas y a la edición de la revista-memoria anual. Con el paso de los años, debe enorgullecernos que hemos sido (y somos) persistentes en ofrecer cada año nuestra aportación a la historia de Cádiz en su callejero y un libro que condensa conferencias, investigaciones y pequeñas obras que sin ánimo de lucro alguno han divulgado pensamientos o conocimientos de las mejores mentes gaditanas. Como decía con anterioridad, el Ateneo nació para divulgar el conocimiento a todos sin distinción y si hoy un ciudadano pasea por la calle y contempla una placa en una fachada que le recuerda o informa un determinado suceso o personaje de su historia, estamos cumpliendo nuestro objetivo sin lugar a dudas. En estos 18 años de mandato, el Ateneo ha organizado aproximadamente unas 3.500 actividades. Entre estas, por citar sólo algunas, hemos organizado 18 ediciones de los Premios Gaditanos del Año; 16 ediciones del Premio Drago; 14 ediciones del Premio Gaditano de Ley que patrocina la Fundación Cruzcampo gracias a la labor de Julio Cuesta; hemos editado 18 maravillosos libros como el ejemplar que tiene ahora entre sus manos. Hemos contribuido al engrandecimiento del patrimonio cultural gaditano con la colocación de 21 lápidas conmemorativas de hechos históricos o recordando a personajes íntimamente relacionados con nuestra Ciudad. Creo que nos debemos de sentir orgullosos y reconocer con modestia pero con satisfacción del deber cumplido, que no está nada mal.

Esta mañana hemos firmado el convenio de creación de la Cátedra Ateneo de Cádiz con el Rector de nuestra Universidad. Las posibilidades de desarrollar este campo son inmensas y estoy convencido que será una base inescrutada de futuro. Si sabemos utilizarlo con sabiduría, será un paso muy importante para nuestros anales. Debemos de sentirnos todos muy orgullosos. A partir del próximo curso, una parte de nuestra programación cultural será reglada y otra parte importante se mantendrá como tradicionalmente hemos hecho. Estoy convencido que todos los Ateneos de España desearán obtener para ellos una Cátedra similar.

Como exponía con anterioridad, es evidente que el Ateneo ha experimentado la misma evolución que la sociedad gaditana. Pero debo subrayar que ha evolucionado con nota de sobresaliente si nos comparamos con otras entidades que no han logrado desembarazarse todavía del aire elitista, excesivamente academicista o endogámico. El Ateneo es de todos los ateneístas y siempre abierto y participativo para la sociedad gaditana. En este sentido, no puedo dejar de subrayar que hemos abierto las puertas de la calle Ancha para hablar, debatir, opinar, colaborar, participar, ofrecer, servir. Sí, utilizo el término “servir” porque eso era el origen y objetivo de los Ateneos: “servir para la divulgación del conocimiento” a todos cuanto fuese posible. Afortunadamente, esta idea está perfectamente imbricada en la mayor parte de los ateneístas que son ciudadanos activos y comprometidos en su vida más allá de la entidad. No es sorprendente observar que muchos ateneístas son personas implicadas en muy diferentes proyectos y aspectos de la ciudad. No puedo afirmar que el Ateneo les sirva de impulso o si es el Ateneo el que se aprovecha de semejante inquietud cívica. Lo que sí afirmo con el beneficio de la observación y la experiencia es que la ciudad dispone de un capital humano muy importante en cuanto a formación, calidad cívica y talante democrático entre los miembros del Ateneo. Y gracias a ese capital humano que ha integrado y compone las diferentes juntas directivas, mi labor ha sido gratificante y muy fácil en muchas ocasiones. Tampoco voy a negar que, en ocasiones, precisamente ese mismo talante hiperactivo y de fuertes personalidades ha provocado fricciones que creo haber resuelto con diálogo y paciencia. En aquellos casos en que haya fallado a los ateneístas o no haya podido dar cumplida satisfacción a sus demandas justificadas o haber sabido explicar mejor las razones del bien común, pido disculpas e indulgencias.

Creo sinceramente que ha llegado el momento de mi descanso como presidente del Ateneo y dar paso a otras personas con igual o mayor capacidad para seguir profundizando y desarrollando lo que hemos sembrado ente todos durante estos años. Soy un convencido absoluto de no ser imprescindible porque una persona no es la que dirige ni lleva las riendas del Ateneo. Afortunadamente, esta entidad es un equipo directivo con la Asamblea de socios y sus numerosos simpatizantes. En muchas ocasiones, en la ciudad se bromeaba con la cantidad de cargos de la junta directiva que casi coincide con el quorum de la asamblea de socios. Este dato que puede parecer anecdótico o simpático no lo es en absoluto. Una junta directiva tan amplia no ha hecho más que repartir la responsabilidad y la gestión de los diferentes asuntos. De esta manera, la información sobre las diferentes cuestiones ha podido fluir y cualquier interesado ha podido interesarse o participar aportando su opinión o su dedicación. El Ateneo aunque sea organizativamente presidencialista no es personalista o no he pretendido que lo sea. Afortunadamente, nuestra casa dispone de un completísimo plantel de personas que han representado magníficamente bien a la entidad en los asuntos que se les ha solicitado o en los que eran más conocedores. A mí me hubiese resultado imposible estar en todas partes o desarrollar la representación sin haber tenido el apoyo y haber tenido la asistencia de vicepresidentes, adjuntos, presidentes de sección, secretario, tesorero, etc. Es imposible citarlos a todos pero desde aquí vaya mi inmensa y eterna gratitud. Tampoco puedo dejar de apuntar algo que debo agradecer: el apoyo discreto y silencioso de tantos amigos y compañeros ateneístas a los que he pedido ayuda o su opinión en cuestiones delicadas o en las que podían ofrecerme su pericia y mayor conocimiento. De eso nos hemos beneficiado todos. Del mismo modo que siempre he recibido una respuesta positiva en cada ateneísta a los que he solicitado alguna misión a favor de la entidad. En todos estos años, puedo confirmaros que nos ha ayudado mucha más gente de la que podemos imaginar si solamente vemos las fotos.

Quedan pendientes nuevos objetivos y nuevas tareas para nuestro Ateneo puesto que se amolda al dinamismo de sus socios y de los tiempos que nos toca vivir. No oculto mi pesar por cuestiones que no se terminan de vislumbrar como es la necesidad de rejuvenecer la edad media de nuestra entidad y poder asegurar la transmisión de nuestros valores y principios. En una época en que lo audiovisual y digital busca la inmediatez y la rentabilidad instantánea, debemos encontrar la forma de hacer llegar nuestra oferta a una juventud que necesita referencias sólidas, estables y con criterios de medio y largo plazo. Intuyo que el Ateneo ha sabido dar respuestas rápidas en declaraciones y manifiestos a los temas más preocupantes de la sociedad gaditana frente a las cuestiones políticas o patrimoniales que la amenazaban. Con educación y cortesía pero sin ceder en nuestros principios, nos hemos posicionado a favor del sistema democrático y contra la desintegración territorial, contra atentados contra el patrimonio, ante desgraciados atentados contra la convivencia, etc. y sin caer bajo los intereses partidistas o ideológicos de nadie. No es casualidad que nuestro Ateneo sea la docta casa en cuanto a ser el espacio de diálogo y reflexión de tantas personas con ideas y creencias diferentes pero que cierran filas ante el bien común. Este es el gran capital humano que la ciudad tiene en el Ateneo. Sin autocomplacencia ni falsa humildad, me voy a permitir afirmar y asegurar que somos la entidad más independiente ideológicamente hablando que existe en la ciudad al no someterse ni a partido político, creencia religiosa ni corporación académica o económica. Por eso, ruego a los que me sucedan que nunca olviden esta premisa: nuestra independencia es nuestra fuerza moral y hay que mantenerla a toda costa.

Abundando en la cuestión de la calidad humana de nuestros ateneístas, sería imposible enumerar a todos los que son referencia en diferentes ámbitos. Esto es importante pero no lo es menos que en esta casa no priman los honores, capacidad económica o titulaciones académicas. En esta casa se aprecian a las personas por sus cualidades personales y esta es otro gran signo distintivo de nuestra entidad. En mi persona está el ejemplo: no soy el más formado ni más laureado ni el más potentado económicamente. Nuestra democracia ateneísta elige a las personas a las que considera con el perfil adecuado por su talante y capacidad más allá de lo que pueda pensarse fuera de nuestras paredes. Confiamos en cada persona porque sabemos que su compromiso con el Ateneo llegará hasta el máximo y que conseguirá solo o auxiliado cumplir la misión encomendada. Esta casa no ha sido ni es un trampolín para exhibirse –algunos se han equivocado a lo largo de los años- ni aporta mayor prestigio que el de la satisfacción del deber cumplido. En esta entidad, el cariño y el respeto se lo gana cada uno con su esfuerzo, talante, generosidad, capacidad de diálogo y de sociabilidad. Es más, no han sido pocas las ocasiones en que ateneístas han visto comprometidas sus situaciones tanto pecuniarias como sociales en cuanto a la disyuntiva de defender al Ateneo frente a agresiones injustificadas. Y hoy, con una sociedad más crispada y radicalizada que en décadas recientes, vamos a estar sometidos nuevamente a tensiones para que apoyemos posturas bajo presiones evidentes o soterradas. El Ateneo no es propiedad de nadie ni es instrumento de nadie porque es la casa de todos y a todos debe incluir. A veces se usa la palabra “familia” en un sentido casi tribal y quizás en este caso sí es oportuno en cuanto que identifica una idea de pertenencia a un grupo que presenta un mismo espíritu dentro de la diversidad. Esta riqueza debe mantenerse porque es la esencia de nuestra entidad.

Para finalizar, no voy a negar que han sido años de enormes alegrías y de algunos sinsabores. No podía ser de otra forma en tantos años de desempeño de la presidencia de esta casa. Nunca imaginé que iban a ser tantos años ni que iba a ver mi vida avanzar en paralelo a la del propio Ateneo. A mi familia le he restado más tiempo del que quizás hubiera sido prudente. A mi esposa e hijos les pido perdón y les agradezco por encima de todo que me hayan permitido vivir de esta manera estos años de responsabilidad. No tengo manera posible de describir mis sentimientos al deciros que os debo más de lo que imagináis en cuanto a afecto, amistad, colaboración y dedicación. Os lo digo con gratitud y disculpas por las veces en que haya podido fallar.

Estoy absolutamente convencido que mi etapa como presidente debe concluir aquí y ahora. No es bueno para el Ateneo que las mismas personas permanezcan indefinidamente porque nos estancaríamos. Cada tiempo exige su quehacer. Y es necesario renovar ilusiones, energías e ideas cuando la situación es estable y tranquila. Hoy no tenemos crisis económica –más allá de la nacional-, ni problemas de falta de socios o de proyectos. Tampoco estamos inmersos en proyectos complicados que impliquen la necesidad de la continuidad de los coordinadores o responsables. Igual que nuestro querido José Ramón Pérez se merecía ya el descanso y disfrutar más de su familia, hoy me toca a mí pediros comprensión para mi decisión de dimitir de la presidencia del Ateneo con la tranquilidad de saber que no causo ningún perjuicio. Es evidente que el Ateneo ha formado y formará parte de mi vida pero ahora toca ocupar el lugar de un ateneísta más con lo que ello conlleva.
Antes de terminar, permitidme que tenga un recuerdo especial para los dos Presidentes que me precedieron en el cargo, Antonio Orozco Acuaviva y José María García León. A los dos les agradezco la confianza que depositaron en mi. Me gustaría tener un recuerdo especial para varios ateneístas que fallecieron y que fueron muy importantes en la vida del Ateneo. Personalidades como Evelio Ingunza León, Angel Mozo Polo, Carlos Gutierrez, José Pettenghi, Francisco Ponce Cordones, Marisol Dorao, Alvaro Arámburu, Joaquin Portela, Diego Sánchez del Real, Feliano Gil, Concha Fuentes, Enrique del Castillo, Luis Charlo Brea, Juan Miranda Mercado, José Manuel Sánchez Gey, Obdulia Gudin, Pepa Tocino, Juan Henry, Federico Sahagún, José Gómez Sánchez, a todos y a quien se me pueda olvidar, MUCHAS GRACIAS. Quiero tener otro recuerdo entrañable para todos los miembros del Ateneo que han formado parte de los diferentes equipos de gestión para enviarles un abrazo inmenso. Al bueno de Pedro Payán, Vicepresidente 1º durante 16 años. A Antonio Llaves, Pilar Paz, Carolina Camacho, Diego Navarro Mota, Emilio Corbacho, Luis Rivas, Serafín Pazo, Alberto Ramos, Juan Ramón Cirici,, Luis Valverde, José Luis Suarez Villar, Hans Josep Artz ( Medalla de Oro del Ateneo ), Guillermo Boto, Francisco José Súnico, Antonio Ruiz Castellanos, Jesús Maeso, Ubaldo Cuadrado, Miguel Villanueva, Rafael Zaragoza y mi último equipo de superlujo integrado entre otros por, Moncho Pérez, José Almenara, José María Esteban, Luis Gonzalo, Vicente Mira, Diego Jimenez, Antonio Ares, Angel Guisado, Carlos Morillo, Paco Glicerio, Julio Molina, Juan Pablo Otero, Fernando Sousa y el equipo de “las niñas del Ateneo”, capitaneado por Paquita Lobato, Teresa Sánchez, Rafael Becerra, Amelia Retamero, Olimpia, Mércedes, Rosa, Pepita, Concha, Amelia Rodriguez, Pilar, Paloma Ruiz vega, Maria Luisa ucero, Ana Novo, Ana Rodriguez Morales, Maria Freire y me gustaría tener un recuerdo muy superespecial para el socio número uno del Ateneo, nuestro querido amigo Cristobal García Supervielle.
Como todos sabeís, el Ateneo dispone de miembros suficientemente cualificados y experimentados para ocupar mi lugar y disponemos de unas normas que han encauzado nuestra pacífica convivencia sin necesidad de fricciones ni de crear ningún trauma por mi dimisión. No necesito más que saber que cuento con vuestro afecto y vuestra comprensión. GRACIAS DE TODO CORAZÓN POR TANTO Y TAN BUENO COMO ME HABÉIS OFRECIDO. No me despido del Ateneo, me despido del sillón presidencial para ocupar mi lugar natural en la asamblea general como un ateneísta orgulloso de nuestra entidad y con mi compromiso de colaborar en cuanto pueda.

Según los Estatutos, en caso de dimisión del Presidente, será sustituido por el Vicepresidente 1º, que agotará el tiempo restante del mandato hasta las siguientes elecciones que se celebrarán el 30 de Junio de 2020.

Nuestro Vicepresidente 1º, José Almenara Barrios, asumirá la Presidencia y seguirá con el mismo equipo directivo para continuar liderando el Ateneo.

Desde ya mismo estoy a tus órdenes querido Pepe, querido Presidente.

He dicho.

Ignacio Moreno Aparicio
Presidente del Ateneo de Cádiz (03/07/2000 – 22/06/2018)

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